martes, 15 de marzo de 2011

MAR DE MERCURIO

Ayer volvió a amanecer el día como a medio gas, como incompleto. Desayuné algo en el paseo...



Y comprobé que el mar, idiota, el mar se asemejaba a un tanque de mercurio.




Cielo, tierra y mar de un color desabrido. Pero es en el agua donde más desazón produce verlo.









Tenía que partir hacia Eivissa, y así hacerme radiografías que llevar esta semana al dentista. Solo que se me acabó la batería del móvil, de ahí que no pueda mostrar imágenes de cuando arreció el sol, ni de mi primer descenso a Dalt Vila de este año.

Bien, pues otro día será. Por la noche visité el cine de Sta. Eulalia. Día del espectador. Proyectaban "Valor de ley" de los Coen. La sala es recoleta, sencilla y modesta, ni siquiera las sillas son butacas propiamente dichas, y éramos cuatro gatos mal contados, pero vale la pena...




Ahora bien, he de admitir que la película en sí despertó una particular antipatía en mí. Sin duda soy muy chapado a la antigua y sentimental, supongo que por eso el realismo, la crudeza, la falta de sentido del humor, la personalidad de la chica protagonista -quien formula parlamentos tan rimbombantes y en el mismo estilo y énfasis que Álex, líder de los vándalos ultraviolentos de "La naranja mecánica" de Kubrick, un símil que me turbaba aún más-, no me produce demasiada empatía como espectador.

Siempre he admirado a los Coen, pero parece que últimamente uno va al cine, en general, para que le suelten a la cara lo cruel y vacía que es la vida.

Sí, ya sé que el arte no consiste en que canten constantemente pajaritos ni nada de eso. Pero ocurre lo mismo con la publicidad, o la música, y es que a veces todo se torna demasiado crudo.

Y hay días que uno no está tan por la labor...




Bien, pues hoy me he levantado con una merma impresionante de energía. Era como desear una siesta constantemente, y ha llovido, y luego ha vuelto la cualidad mercurial de las cosas.

Afortunadamente, hoy me ha tocado dar clase de hora y media a un chico muy simpático que se llama como yo. Y no hay nada como ganarse la vida en algo.



 Más contento, y con el dinero que mi alumno me ha entregado a cambio de mis servicios, he podido recoger la colada en la lavandería, y comprar un bistec.




De mejor humor, he atrapado la bici -cuya rueda ya cambié a cambio de 24 euros, lo cual es un excelso robo balear-, y me he recorrido el paseo.

Es curioso cómo podemos cambiar de perspectiva, ¿verdad?




Porque el mar, idiota, el mar apenas parecía ya un termómetro, y la melancolía del atardecer le otorgaba una tonalidad calurosa, como un chupito de whisky, o una balada de los Eagles.





El río de Sta Eulalia del río. Con un pato, por cierto.

Entonces se encendieron las farolas...

Clic!...

Y poco a poco se ha ido cerniendo la noche. Mañana será otro día, con otro afán. ¡Salud!


Y en la próxima entrega de "EL MAR, IDIOTA, EL MAR...!":

Recuperando energías, macho.

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