miércoles, 9 de marzo de 2011

BARCO Y NEGRO

Hoy ha aparecido, partida en dos, aquella embarcación que llevaba encallada entre las rocas al menos un mes entero (el mismo que llevo viviendo ya aquí, exceptuando un día...). Y de verdad que me ha impresionado. La gente se detenía a mirarla, curiosa. Algunos incluso creían que acababa de suceder un naufragio. Cuando la nave llevaba varada ahí inmóvil tanto tiempo, que ya ni siquiera llamaba la atención... Pasando desapercibida, pareciendo una roca más.




Hoy desperté congestionado, algo griposo, y mi única escapada del día se debió a mi necesidad de adquirir medicamentos en la farmacia (esta tarde recibía en casa a una alumna de conversación en inglés, y no quería mostrarme demasiado afónico).




Solo que las tripas y entresijos de esa embarcación deben continuar ahí tiradas, mientras escribo, como si de un lomo y un costillar abandonado de res se tratara. Abierto en canal, y en el canal. No he parado de pensar en ella hasta ahora mismo. Es como una herida abierta. Si de un animal se tratara, revolotearían moscas a su alrededor.

¿A quién pertenecería un barco semejante, en cuyo interior, el otro día, llegué a ver a ciertos niños espiando, jugando, husmeando, y todo lo que cualquier niño con un mínimo afán de niñez haría...?.




Este ha sido el único día en el que he decidido permanecer recluido en casa, sonándome los mocos y estornudando, tapadito con una manta. Y no he querido identificarme con este barco -cuyo costado se asemejaba a un ala de pájaro quebrada-, por muy constipado que me encontrara, y así no albergar pensamientos demasiado tristes. El viento no cesaba en su canción, casi tan monótona como el gris del cielo.





Me había asomado al puerto colindante, y en comparación se asemejaba a un sistema nervioso en reposo. A un estado de ánimo imperturbable, razonable, a flote.




Quedarme en casa no es mi idea de vivir, pero creo que hoy no me ha quedado otro remedio. En este día lo he visto todo en blanco y negro, apenas sin matices. Ni en mi comida, ni en mis hábitos, ni en mi vestimenta. Ni en mi cabeza.

Esta es la isla blanca, que le llaman. Pero al combinarse con el mal tiempo, se torna gris ceniza
(la clase de conversación ha ido bien; la chica dice que volverá).




Mañana será otro día. Y habrá color.

Lo sé.


Y en nuestra próxima entrega de "EL MAR, IDIOTA, EL MAR...!":

"Color"

No hay comentarios:

Publicar un comentario