Pom-Pom.
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Se precisan tan solo cinco latidos para enamorarse de Cala Benirrás (norte de la isla).
El temperamento de cada de las calas de Ibiza varía de forma asombrosa. Pero esta siempre, siempre tuvo algo muy especial. Es tranquila por sí misma. Es discreta, hermosa e indepediente. No le importa el qué dirán.
(nunca dejo de observar esa única construcción colindante, cuyo dueño ha de gozar de un humor espléndido; o más le vale):
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Allí incluso mis frenéticos compañeros de viaje parecieron experimentar una cierta y singular transformación...
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Dicen que por Cala Benirrás se dejó caer aquel chico español a quienes los budistas eligieron para educar y formar desde pequeño. El Pequeño Buda. A los diecisiete años -aproximadamente-, necesitó huir de todo, y deambuló por este punto. Quizá siga aquí
Y si eso lo hace alguien que ha sido educado primorosamente en el budismo, será señal de aquí que puede huirse de todo...
(...excepto de las muchedumbres de agosto, que también las hay, por supuesto, y entre las que me incluyo).
Solo que al alejarse el sol, también lo hace la gentuza, y entonces no hay nada como bañarse en cueros en la oscuridad relativa del agua, mecido por el silencio, o las luces de los mástiles anclados en las proximidades.
O bajo la muda y discreta vigilancia de un perro.
No corráis la voz. Y limitáos a venir. Ras.
Si también decidieras prcticar el baño-en-cueros, pero de buena mañanita ... cualquier día te encontrarás con mi SeñorPadre en alguna de las playas cercanas a Santa Eulalia.
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