Desviaos hacia el kilómetro 3, luego a la izquierda, y después doscientos metros a la derecha.
Entonces continuad por este estrechísimo camino:
Encontraréis el Espacio Micus, uno de los verdaderos paraísos de la isla.
Su apariencia externa, que recuerda a un búnker, no anuncia las sorpresas que os aguardan en su interior.
Eduard Micus: artista alemán que radicó aquí junto a su mujer durante años. Empeñado en diseñar él mismo este lugar (aunque el arquitecto le advirtiera que estaba loco, y que no podía hacerse).
Pero él se empeñaba en tener razón. Su razón.
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Y justo cuando el arquitecto culminó su obra, Micus falleció (año 2000, a los setenta y cinco años de edad), así que no puedo ver su espacio completado.
Pero nosotros sí.
Se trata de una galería de arte, eso no hay quien lo niegue. Y su carácter artístico, plástico, pictórico, predomina en cada poro y rincón.
Pero podrían haber colgado jamones en las paredes, que yo no me hubiera sentido menos relajado y en paz.
Es sumamente acogedor, pensado para el bienestar de los visitantes. Contiene exposiciones itinerantes....
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Y, sobre todo, una tranquilidad y equilibrio asombrosos.
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Mecido por el rumor de la fuente, con una nevera a disposición del visitante, y todos los catálogos al alcance de la mano para curiosear...
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Es una pena que no lo conozcas -pienso en tí, Esther, aunque nos hayamos peleado y no me leas-, porque te encantaría.
Este lugar ayuda a tener una perspectiva distinta de las cosas. Está hecho con verdadero amor. Estimula el alma.
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Y PARECE DECIRTE:
VEN.
DESCANSA.
TODO ESTÁ BIEN.
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