sábado, 10 de septiembre de 2011

EL ÁRBOL DE LA VIDA

Ayer por la tarde pedaleaba por la preciosa costa de Santa Eulalia cuando, de repente, distinguí algo que no acaba de cuadrarme muy bien.







Y decidí acercarme...








Fue entonces cuando le ví.









(Invocación, con el tono solemne de un indio sioux):

"Ini mali ini wani wani ini mali..."










Al despertar de su letargo y verme, y hablarme -sin parar-, resulta que tenía acento catalán.







Se llamaba Víctor, y me dijo que suele acudir desde pequeño a ese punto ("bienvenido a mi casa"), y añadió comosi tal cosa que este era EL ÁRBOL DE LA VIDA, donde las corrientes de energía se manifiestan en toda su plenitud.




"Y a propósito, esta es mi compañera, Blanca Luna".

"Hola, ¿qué tal?... Paz, tío, paz".




Y prosiguió contándome con gran vehemencia, y la lógica propia de estas ocasiones, el origen de las corrientes marinas, o la razón de haber apilado todas esas piedras, y otros cien rollos esotéricos más


(y no solo no le importaba que le hiciese fotos... ¡es que él me pedía que se las hiciera!).



















Se despidió muy efusivamente, me deseó lo mejor, y esta mañana he vuelto, por curiosidad, a comprobar cómo seguía el árbol.









En definitiva: que ya tardaba en toparme con alguno de estos espíritus indepedientes (bondadosos piraos) que tanto abundan por esta isla.













Así que paz, tíos, paz...








¡Y que Manitú

-es un decir, pero se aceptan propuestas-,

os proteja!

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